jueves, 22 de septiembre de 2011

El arte también es curativo (medicina integral)



El filósofo Emile M. Cioran explicó en numerosas ocasiones que su obra era fruto de un acto curativo, había comenzado a escribir para no volverse loco. El propio Dalí se definía como un paranoico a la vez que añadía: «Debo ser el único de mi especie que ha dominado y transformado en potencia creadora, gloria y júbilo una enfermedad mental tan grave».

El arte, en todas sus formas, no sólo es un modo de expresión, sino una herramienta terapéutica que en los últimos años ha experimentado un importante desarrollo como forma de complementar los tratamientos de diversas enfermedades y también como un medio de crecimiento personal.
El empleo del arte como vehículo de comunicación, como exploración de uno mismo e, incluso, para exorcizar las miserias personales es tan antiguo como la propia Humanidad. Como Cioran y Dalí, otros muchos artistas se iniciaron en la música, la pintura o la danza como una vía de escape, como una cura.

Estos personajes han practicado, de algún modo, lo que ahora se denomina arteterapia, a la vez que han creado obras sublimes. Sin pretender pasar a la historia y ni siquiera con la intención de crear algo bello, el resto de los mortales puede emplear estas formas de expresión para superar alteraciones emocionales, como terapia de apoyo en trastornos psiquiátricos e incluso para hacer más llevaderas enfermedades tan graves como el cáncer o el Alzheimer. De hecho, Dalí no podría considerarse «el único» porque esta técnica lleva más de 50 años ayudando a pacientes de Gran Bretaña y EEUU. Ahora llega también a España.

En el VII Congreso Europeo de Arteterapia, celebrado en Madrid en el mes de septiembre, Paola Luzzato, responsable del servicio de arteterapia del Memorial Sloan-Kettering Cancer Center (EEUU), describía el caso de una mujer de mediana edad diagnosticada de un cáncer de mama con metástasis. Esta paciente no aceptaba la idea de su enfermedad, rechazaba el tratamiento y hablaba continuamente de suicidio. Luzzato explicaba que una sola sesión sumergida en los entresijos de la expresión artística fue suficiente para que la enferma considerara, al menos, la posibilidad de continuar con la terapia antitumoral que su oncólogo le había indicado.

CREACIÓN. El vehículo de un cambio de actitud frente a la enfermedad como el que ha experimentado esta mujer puede ser la pintura, la escultura, la música, la danza, la escritura o el teatro (dramaterapia). Eso sí, no se trata de contemplar los trabajos artísticos de otros, sino de crear. Todos los especialistas señalan que lo importante es el proceso creativo y no que el resultado sea hermoso. También aseguran que muchas personas se resisten al principio porque piensan que no están dotadas para las artes, pero no es necesario tener ningún conocimiento previo ni aptitud particular.

Durante la gestación de las obras, los individuos entran en contacto con partes de sí mismos, con emociones que no se pueden explorar con la palabra. En el curso de este viaje toman conciencia de su situación y encuentran respuestas a su forma de enfrentarse a lo que les está ocurriendo.

Esta técnica, en sus diferentes modalidades, se emplea en EEUU y en el Reino Unido desde hace más de 50 años. Según Christine Lapoujade, Presidenta de la Asociación Europea de Arte Terapia (ECArte), el auténtico impulso se ha producido en los últimos cinco años: «Existen ya más de 30 universidades en toda Europa que proporcionan formación en esta disciplina y cada vez son más los países que se suman». Sin embargo, «sólo está reconocida como profesión en el Reino Unido», agregó a SALUD la presidenta de ECArte. En este país, el arteterapia, en todas sus formas, está integrado en el sistema general de salud como un servicio más a los pacientes y también en las escuelas para el apoyo emocional y psicológico de los niños.

Para definir el arteterapia habría que decir que es un auténtico crisol de disciplinas. En ella se unen, además de las bellas artes, la pedagogía, la sociología, la psiquiatría y el psicoanálisis. Carles Ramos, director del centro de formación en arteterapia Metáfora y coordinador del máster que se imparte en la Universidad de Barcelona sobre esta disciplina, la describe como «una forma de psicoterapia». Pero a diferencia del modo clásico, las sesiones no consisten en conversaciones sino que se podrían calificar más bien de juegos creativos de exploración.

Sus posibles aplicaciones llegan a cualquier lugar donde un individuo necesite encontrar un modo de expresar o explorar sus emociones. Inicialmente, su uso se circunscribía a los trastornos psicológicos puesto que su gestación se produjo al abrigo de las teorías psicoanalíticas, pero con el tiempo se ha ido incorporando al manejo de otras patologías. «Tenemos casos de Parkinson muy avanzado en los que los pacientes han comenzado a dibujar. No son capaces, debido a los temblores, de hacer otras actividades, pero han logrado pintar», explica Ramos.

Existen múltiples trabajos a pequeña escala publicados en revistas especializadas, fundamentalmente anglosajonas, valorando los efectos del arteterapia. Sin embargo, el hecho de que no sea aún una profesión reconocida tiene como consecuencia que no existan grandes estudios concluyentes. De hecho, entre los objetivos de la responsable del Servicio de Medicina Integral del Memorial, uno de los centros líderes del mundo en el tratamiento del cáncer, está emplear las herramientas de la investigación científica para demostrar la aportación de todas las denominadas medicinas complementarias, entre ellas el arteterapia.

PSIQUIATRÍA. Aunque con menos años de bagaje, en España existen numerosos proyectos que buscan valorar sus efectos. Un ejemplo de ello es el trabajo llevado a cabo, en la Clínica Puerta de Hierro de Madrid, con enfermos mentales. «Es una experiencia piloto enmarcada en un proyecto de investigación a tres o cuatro años, fruto de un acuerdo entre la Universidad Complutense y el hospital», explica Raquel Fariñas, una de las dos arteterapeutas que, bajo la supervisión de una psiquiatra del centro, Belén Sanz, participaron en este programa. Entre sus múltiples observaciones está el hecho de que la evolución de la enfermedad queda claramente reflejada en las obras.

«La experiencia clínica es fantástica y los pacientes se sienten muy cómodos», afirma Sanz. El objetivo es que estos enfermos se mantengan en contacto con el entorno y devolverlos a la realidad, aseguran Fariñas y Sanz. Y el medio es la expresión y la exploración de sus emociones a través de la creación.

Sus resultados se presentarán en el VII Congreso Nacional de Psiquiatría que se celebrará en Palma de Mallorca. Aunque, según Sanz, el siguiente paso es redactar un protocolo más amplio que permita estudiar y medir la respuesta de los enfermos. En el centro de día de psiquiatría de este hospital, el arteterapia ha pasado a formar parte de las diferentes actividades que se llevan a cabo con los individuos que sufren trastornos mentales.

La mayoría de los programas de arteterapia que se ofrecen en la sanidad pública surgen de la colaboración entre las universidades donde se imparten másteres de posgrado en este área y los distintos centros. En Madrid acaba de arrancar en tres hospitales (Ramón y Cajal, La Paz y Clínico San Carlos) un acuerdo entre estas instituciones, la Universidad Complutense, la Fundación Coca-Cola y la asociación Mensajeros de la Paz para llevar los talleres de arteterapia a los niños que permanecen hospitalizados y a enfermos de Alzheimer.

Desde la Universidad de Barcelona se han promovido programas en la unidad de cuidados paliativos y de hematología del hospital Durans i Reynalds, en el servicio de desintoxicación del de Bellvitge y en toda la red de salud mental.

ALZHEIMER. El crecimiento del arteterapia responde a la tendencia que se observa en los últimos años de dar más relevancia a los aspectos emocionales o psicológicos de la enfermedad a la vez que se atiende el lado puramente biológico. Se ha aceptado ampliamente que el estado anímico, el estrés y la agresividad tienen un impacto importante en la salud física y en la evolución de los enfermos.

Esta técnica proporciona un canal de comunicación empleando la forma de lenguaje más ancestral e instintiva que son los símbolos. Las pinturas, los instrumentos musicales y el propio cuerpo —a través de la danza y del teatro— se transforman en frases que transmiten las vivencias más ocultas de la persona. «Es más fácil llegar a cuestiones a las que no podemos acceder por medio de la palabra», comenta Belén Sanz.

En muchos casos, los pacientes están incapacitados para expresarse verbalmente, como es el caso de algunas personas con enfermedades neurodegenerativas o de los niños autistas. «Evidentemente no tratamos de curar el Alzheimer. Nuestro objetivo es mejorar la calidad de vida y frenar el deterioro cuando es posible. Además, ayudamos al equipo sanitario y a la familia a manejar al paciente y les hacemos comprender que aunque no pueda recordar nada todavía tiene capacidad para sentir», explica Ramos.

De hecho, esta forma de afrontar o de detener la pérdida de facultades provocada por el Alzheimer encaja con las últimas investigaciones que demuestran que mantener cierta actividad mental retrasa el empeoramiento.

Aunque en arteterapia se puede trabajar en grupo o individualmente, la forma de tratar a cada paciente es específica. En este sentido, Patxi del Campo, musicoterapeuta y Director del Instituto Música, Arte y Proceso de Vitoria afirma que «trabajamos a partir de las necesidades [de cada persona]». En pacientes con Alzheimer que en las primeras fases de la enfermedad, conservan la memoria más lejana, pero tienen dificultades con los acontecimientos más recientes, «buscamos músicas que les evoquen el pasado y después empleamos esas canciones para incorporar cosas nuevas»,explica Del Campo.

En patologías como el Alzheimer y el cáncer «casi trabajamos más con las familias que con los propios pacientes», asegura Fabiola Hernán-Cortés, dramaterapeuta (o especialista en psicodrama) y psicooncóloga en el Hospital 12 de Octubre de Madrid. En cualquier caso, el objetivo es muy similar: ayudar a las personas del entorno a asumir la situación de su familiar y que, de este modo, puedan apoyarle de un modo más eficaz. Otros colectivos que se pueden beneficiar de esta práctica son las personas que han sufrido abusos, los ancianos y los niños con discapacidades, problemas de comunicación, de relación o que viven situaciones familiares conflictivas.

SANOS. Sin embargo, no sólo las personas que sufren alguna patología pueden disfrutar del uso terapéutico del arte. El ICE, un centro de formación de educadores de la Universidad Autónoma de Barcelona, financió talleres dirigidos por Sibylle Cseri, arteterapeuta plástica y Marta Moreno, dramaterapeuta, dentro de un programa de la Generalitat enfocado a trabajar la inteligencia emocional.

Los participantes eran los profesores de una escuela de primaria cercana a Barcelona. Según Cseri estos profesionales se sintieron muy satisfechos con la experiencia y encontraron en esta técnica un modo de liberarse del estrés y del síndrome del quemado, muy frecuente en este colectivo.

Viva Vigoreux es una pintora y arteterapeuta que atiende en su mayoría a profesionales liberales. «Estas personas, a pesar, de haber triunfado laboral y socialmente, sienten que han olvidado una parte de ellos mismos. En general se describen como prisioneros del entorno social y familiar», asegura Vigoreux. Las imágenes o las obras que crean les permiten reencontrarse con ellos mismos, con quiénes son realmente y alcanzar un cierto equilibrio en medio de jornadas frenéticas. «El arteterapeuta es simplemente un guía porque la búsqueda personal se hace al ritmo del individuo. Cada uno elige el camino y el grado de profundidad», aclara.


Bailes por la muerte de un amigo


Miguel tenía 24 años cuando acudió a Heidrum Panhofer, una danzaterapeuta responsable del máster que comienza este año la Universidad Autónoma de Barcelona. La vida de este joven se estaba derrumbando después del suicidio de un amigo muy cercano, hasta el punto de casi abandonar su trabajo y lanzarse al consumo de drogas. Se sentía responsable de la muerte, pero no era capaz de expresar sus sentimientos. Su situación correspondía a lo que los expertos describen como un estancamiento en el proceso de duelo. Éste consta de cuatro fases que van desde el impacto inicial hasta la reorganización, pasando por la protesta y la desesperación.
Las sesiones con Panhofer consistían en una especie de juego de movimientos libres que la terapeuta empleaba para dirigir a Miguel a comprender su culpabilidad y a vivir la tristeza por la muerte de su amigo como un paso necesario para reorganizar su vida. Uno de los días, la danza les condujo a una recreación en forma de danza del entierro. Miguel lloró, por primera vez, la muerte del amigo, lo que le permitió continuar con las siguientes etapas del duelo. En los ocho meses que ha durado la terapia, que aún continúa, ha logrado llegar a la última fase que es la de la reintegración.


El mundo sonoro de la sordera


velyn Glennie es una famosa percusionista muy solicitada y curiosamente es sorda. Esta discapacidad no tiene por qué marcar a una persona, pero muchos niños que no oyen están aislados de su entorno. Patxi del Campo, musicoterapeuta, trabajó con un pequeño de cinco años, de nombre ficticio Juan, que vivía este aislamiento a causa de su deficiencia auditiva. Juan no podía disfrutar de la música como hacemos todos. «La única posibilidad era enseñarle a percibir el mundo sonoro por vía táctil», explica Del Campo. Para ello, se eligieron instrumentos con una frecuencia de vibración determinada. Al principio, trabajaba descalzo y sobre una tarima de madera que ayudaba a trasmitir las ondas sonoras a todo su cuerpo. Al cabo de unas cuantas sesiones, el niño captaba muy bien el ritmo y se sentía muy satisfecho de percibir los sonidos de este otro modo. La música le abrió un nuevo modo de comunicación, comenta Del Campo. Al final de los cuatro años que duró el tratamiento, Juan era perfectamente capaz de acompañar con un instrumento una canción que tocara su terapeuta y es más, el niño, ya con nueve años, confesó al especialista que «ya no quería seguir con la musicoterapia, sino que quería aprender música».


Una obra de teatro alrededor de un tumor


María tenía 21 años cuando le diagnosticaron un tumor poco frecuente que se había mantenido asintomático durante seis años. Desde que la enfermedad reapareció, su personalidad ha cambiado. Se ha vuelto mucho más introvertida, desconfía de sus médicos, se aísla y rechaza comunicarse con sus padres y expresar sus decisiones sobre el tratamiento que debe seguir. Fabiola Hernán-Cortés, dramaterapeuta y psico-oncóloga en el hospital 12 de Octubre, atendió a María y a sus padres. La paciente le explicaba sus dificultades para hablar con su familia y para pedir ayuda.

La terapeuta le pidió que eligiera un objeto de la habitación que debía representar su enfermedad. La joven eligió un cubo rojo pequeño y con aristas muy afiladas que vió encima de la mesa. A continuación debía establecer un diálogo con ese elemento que, en ese instante, represetaba su tumor.

El objetivo de esta actuación era que María pudiera sentir y reconocer qué le estaba pasando y por qué sufría ese bloqueo de comunicación. Su reacción fue guardarlo y esconderlo, pero Hernán-Cortés le sugirió que compartiera el cubo y lo que éste simbolizaba con sus padres para comprobar lo que sentía.

De este modo, los tres pudieron identificar los obstáculos que existían y después de esta sesión a María le resultó más fácil hablar con sus progenitores de sus síntomas y aceptar las decisiones que ellos querían tomar sobre el tratamiento cuándo ella se encontraba mal.

Fuente: http://www.elmundo.es

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