viernes, 10 de mayo de 2013

La Meditación


OSHO"El libro de la mujer. Sobre el poder femenino" 

¿Qué es la meditación? ¿Es una técnica que se puede practicar? ¿Es un esfuerzo que hay que hacer? ¿Es algo que la mente puede lograr? No, no es nada de esto.

Todo lo que la mente pueda hacer no puede ser meditación, es algo más allá de la mente, la mente es absolutamente impotente ahí. La mente no puede entrar en la meditación; donde acaba la mente, comienza la meditación.

Esto hay que recordarlo, porque en nuestra vida, todo lo que ha­cemos lo hacemos con la mente; todo lo que logramos, lo logramos a través de la mente. Y entonces, cuando empezamos a mirar para dentro, de nuevo empezamos a pensar en términos de técnicas, mé­todos, hacer, porque la experiencia entera de nuestra vida nos mues­tra que todo puede ser hecho por la mente. Sí, excepto la meditación, todo puede ser hecho por la mente; todo se hace por la mente, ex­cepto la meditación. Porque la meditación no es un logro; ya está ahí, es tu propia naturaleza. No hay que lograrla; sólo hay que reconocer­la, sólo hay que recordarla. Está ahí, esperándote, tan sólo un giro ha­cia dentro y está disponible. La llevas contigo desde siempre.

La meditación es tu naturaleza intrínseca, es tú, es tu ser, no tiene nada que ver con hacer algo. No puedes tenerla, no puedes no tenerla, no se puede poseer. No es una cosa. Es tú. Es tu ser.

Una vez que comprendes lo que es la meditación, todo se vuelve claro: de otra forma, seguirás andando a tientas en la oscuridad.

La meditación es un estado de claridad, no un estado de la mente. La mente es confusión. La mente nunca está clara. No pue­de estarlo. Los pensamientos crean nubes a tu alrededor, son nu­bes sutiles. Crean una niebla, y se pierde la claridad. Cuando los pensamientos desaparecen, cuando ya no hay nubes rodeándote, cuando existes sencillamente en tu ser, la claridad sucede. Enton­ces puedes ver a lo lejos; entonces puedes ver hasta el final de la existencia; entonces tu mirada se vuelve penetrante, hasta el cen­tro mismo del ser.

La meditación es claridad, absoluta claridad de visión. No pue­des pensar en ello. Tienes que dejar de pensar. Cuando digo: «Tie­nes que dejar de pensar», no tomes conclusiones rápidamente, porque tengo que utilizar el lenguaje. Así que digo: «Deja de pen­sar», pero si empiezas a dejar, no comprendes, porque de nuevo la estás reduciendo a hacer algo.

«Deja de pensar» significa simplemente que no hagas nada. Siéntate. Deja que los pensamientos se asienten por sí mismos. Deja que la mente cese por sí misma. Tú simplemente te sientas mirando a la pared, en un rincón silencioso, sin hacer nada en ab­soluto. Relajado. Suelto. Sin ningún esfuerzo. Sin ir a ninguna parte. Como si te estuvieras durmiendo despierto, estás despierto y estás relajado, pero todo tu cuerpo se está durmiendo. Tú perma­neces alerta por dentro, pero todo el cuerpo entra en una profun­da relajación.

Los pensamientos se asientan por sí mismos, no necesitas meterte entre ellos, no necesitas intentar arreglarlos. Es como si el agua de un arroyo se hubiera llenado de barro..., ¿qué haces? No te tiras al arroyo y empiezas a tratar de ayudarlo a aclararse, ¿verdad? Así lo embarrarás más. Simplemente te sientas a la orilla. Esperas. No hay nada que hacer. Porque cualquier cosa que hagas embarra­rá más el arroyo. Si alguien ha pasado por el arroyo y han salido las hojas muertas a la superficie y se ha levantado el barro, lo único que se necesita es paciencia. Simplemente te sientas a la orilla. Ob­serva, con indiferencia. Y según vaya fluyendo el arroyo, se llevará las hojas muertas, y el barro comenzará a asentarse, porque no puede estar flotando para siempre.

Después de un rato, de pronto te darás cuenta, el arroyo está cristalino de nuevo.

Siempre que pasa un deseo por tu mente, el arroyo se emba­rra. Así que, simplemente, siéntate. No intentes hacer nada. En Japón, este «simplemente sentarse» se llama zazen: simplemen­te sentarse y no hacer nada. Y un día sucede la meditación. No es que tú la traigas; viene a ti. Y cuando viene, la reconoces in­mediatamente. Siempre ha estado ahí, pero no estabas mirando en la dirección correcta. El tesoro estaba dentro de ti, pero tú es­tabas ocupado en otra parte: en los pensamientos, en los deseos, en mil y una cosas. No estabas interesado en una única cosa... tu propio ser.

Cuando la energía va hacia dentro -cuando tu energía vuelve a la fuente- de pronto se alcanza la claridad. Entonces puedes ver las nubes a mil millas de distancia, y puedes oír música antigua en los pinos. Entonces todo está disponible para ti. Ancient Music in the Fines, cap. 7..

La meditación es una aventura, una aventura en lo desconoci­do, la mayor aventura que pueda tomar la mente humana...

La me­ditación es simplemente ser, sin hacer nada, ninguna acción, nin­gún pensamiento, ninguna emoción. Simplemente eres. Y es un puro deleite. ¿De dónde viene este deleite cuando no estás hacien­do nada? Viene de ninguna parte, o viene de todas partes. No tiene causa, porque la existencia está hecha del material que llamamos alegría. lAm the Cate, cap.5.

La meditación sólo te hace consciente de tu potencial, lo que puedes ser, lo que puedes hacer, lo que no has hecho, lo que no has usado. Los psicólogos dicen que el hombre sólo está usando el 5 por 100 de su potencial. ¡Qué desperdicio!, sólo el 5 por 100. El 95 por 100 se ha ido a la basura por no usarlo; y la gente quiere vi­vir mucho tiempo. ¿Para qué?

Puedes vivir muy intensamente en esta corta vida si usas el 100 por 100 de tu potencial. Será mejor que vivir diez mil años usando sólo el 5 por 100 de tu potencial. Vivir sólo setenta años es sufi­ciente si usas el 100 por 100 de tu potencial, ¡te volverás una llama de alegría! Hallelujah!, cap. 31

Cuando no estás haciendo nada en absoluto -corporalmente, mentalmente, a ningún nivel-, cuando ha cesado toda actividad y simplemente eres puro ser, eso es la meditación. No puedes hacer­la, no puedes practicarla; sólo tienes que comprenderla.

Siempre que puedas, encuentra algún rato para simplemente ser, deja todo el hacer. Pensar también es hacer, la concentración también es hacer. Si aunque sea por un solo momento no haces nada y estás simplemente en tu centro, completamente relajado, eso es meditación. Y una vez que le hayas cogido el tranquillo, pue­des permanecer en ese estado todo el tiempo que quieras. Al final, puedes permanecer en ese estado las veinticuatro horas del día.

Una vez que te hayas dado cuenta de la manera en que tu ser puede permanecer sereno, lentamente puedes empezar a hacer co­sas, manteniéndote alerta para que tu ser no se agite. Esta es la se­gunda parte de la meditación. Primero, aprender simplemente a ser, y luego aprender a realizar pequeñas acciones: limpiar el sue­lo, tomar una ducha, pero permaneciendo centrado. Luego podrás hacer cosas complicadas.

Por ejemplo, yo os estoy hablando, pero mi meditación per­manece sin perturbar. Puedo seguir hablando, pero en mi centro no hay ni una pequeña oscilación; está en silencio, en silencio ab­soluto.

Así que la meditación no está contra la acción. No es que ten­gas que escaparte de la vida. Simplemente te enseña una nueva manera de vivir: te vuelves el centro del ciclón.

Tu vida continúa, y continúa mucho más intensamente -con más alegría, con más claridad, más visión, más creatividad- y, sin embargo, tú mantienes una distancia, como alguien que observa

.desde una colina, simplemente viendo todo lo que sucede a tu al­rededor. No eres el que hace, eres el que observa.

Ese es todo el secreto de la meditación, que te vuelves el que observa. La acción continúa a su propio nivel, no hay problema: cortar madera, sacar agua del pozo. Puedes hacer todo tipo de co­sas pequeñas y grandes; sólo hay una cosa que no está permitida: que pierdas tu centro.

Esa conciencia, esa vigilancia, debería permanecer absoluta­mente despejada, sin interrupción. La meditación es un fenómeno muy sencillo. From Misery io Enlightenment, cap. 2.

¿Puedes explicar los pasos básicos que conducen al es­tado supremo de la conciencia meditativa?

El primer paso en la conciencia es ser muy consciente de tu cuerpo. Muy poco a poco, uno se vuelve alerta ante cada gesto, cada movimiento. Y según te vas volviendo alerta, empieza a suceder un milagro: muchas cosas que antes solías hacer, simplemente desa­parecen. Tu cuerpo se vuelve más relajado, tu cuerpo se armoniza más, una profunda paz empieza a prevalecer incluso en tu cuerpo, una música sutil vibra en tu cuerpo.

Entonces, empieza a tomar conciencia de tus pensamientos; hay que hacer lo mismo con los pensamientos. Son más sutiles que el cuerpo y, por supuesto, también más peligrosos.

Y cuando tomes conciencia de tus pensamientos, te sorprenderá ver lo que sucede en tu interior. Si escribes lo que pasa en cualquier momento, será una gran sorpresa. No podrás creer que esto es lo que pasa dentro de ti. Escribe durante unos diez minutos. Cierra la puer­ta, cierra con llave puertas y ventanas para que no entre nadie, para que puedas ser totalmente honesto, ¡y manten la chimenea encendida para poder tirarlo al fuego!, para que nadie lo sepa más que tú. Y sé completamente honesto, escribe todo lo que te pasa por la mente.

Después de diez minutos, léelo, ¡verás que llevas dentro una mente loca! Como no nos damos cuenta, toda esta locura sigue pa­sando como una corriente de fondo. Afecta todo lo que haces, afec­ta todo lo que no haces; lo afecta todo. ¡Y su suma total va a ser tu vida! Tienes que cambiar a este loco. Y el milagro de la conciencia es que no necesitas hacer nada más que ser consciente.

El mero fenómeno de observarlo, lo cambia. Lentamente, el loco desaparece, lentamente, los pensamientos empiezan a caer en ciertos patrones; ya no son un caos, empiezan a ser un cos­mos. Y, de nuevo, prevalece una paz profunda. Y cuando tu cuer­po y tu mente estén en paz verás que también se han armonizado entre ellos, que hay un puente. Ya no van en direcciones diferen­tes, no van montados en caballos diferentes. Por primera vez hay acuerdo, y ese acuerdo ayuda inmensamente a trabajar en el ter­cer paso: el de tomar conciencia de tus sentimientos, emociones, humores.

Esta es la etapa más sutil y la más difícil, pero si puedes tomar conciencia de los pensamientos, este es sólo un paso más. Necesi­tas un poco más de conciencia intensa al empezar a reflejar tus hu­mores, tus emociones, tus sentimientos.

Una vez que eres consciente de los tres -cuerpo, pensamientos y emociones-, se unen para formar un solo fenómeno. Y cuando los tres son uno, funcionando juntos perfectamente, vibrando jun­tos, sentirás la música de los tres; se han vuelto una orquesta. En­tonces sucede el cuarto, que no lo puedes hacer, sucede por sí mis­mo. Es un regalo de la totalidad. Es una recompensa para los que han hecho estos tres.

Y el cuarto es la conciencia suprema que te despierta. Uno toma conciencia de su propia conciencia, eso es el cuarto. Eso te hace un buda, un ser despierto. Y sólo en ese despertar uno llega a saber lo que es la dicha. El cuerpo conoce el placer, la mente co­noce la felicidad, el corazón conoce la alegría, el cuarto conoce la dicha. La dicha es la meta de sannyas, de ser un buscador, y la conciencia es el camino hacia ella. The OldPond... Plop!, cap. 22.


¿Necesitamos meditaciones especiales para las mu­jeres?

No. La meditación tiene que ver con tu conciencia, y la conciencia no es ni hombre ni mujer. Esta es una de las cosas fun­damentales que quiero que el mundo comprenda.

Todas las religiones han negado a la mujer la posibilidad del crecimiento espiritual, pensando que su cuerpo es diferente, que su biología es diferente: ella no será capaz de alcanzar el floreci­miento supremo de la conciencia. Pero es extraño que durante tan­tos siglos nadie haya indagado: ¿quién alcanza el florecimiento su­premo, el cuerpo, la mente o la conciencia?

El cuerpo es diferente. Si el cuerpo entrase en meditación, entonces desde luego que habría necesidad de meditaciones di­ferentes para las mujeres que para los hombres. Como el cuerpo no tiene que ver con la meditación, no hay que hacer diferencias. Por ejemplo, en el yoga, en el que el cuerpo es muy importante -todas las posturas de yoga están basadas básicamente en la fi­siología-, hay muchas posturas que no son adecuadas para el cuerpo de una mujer, y hay muchas otras que son más adecua­das para el cuerpo de una mujer que para el de un hombre. Así que el yoga puede hacer una distinción: yoga para hombres, yoga para mujeres.

La mente también es diferente. El hombre piensa lógicamente, lingüísticamente. A la mujer le afectan más las emociones, los sen­timientos, que no son verbales. Por eso tiende a no querer discutir lógicamente. Más bien preferiría gritar y luchar, llorar y gemir. Así ha sido durante siglos, y así gana, porque el hombre simplemente se siente avergonzado. Puede que él tenga razón lógicamente, pero la mujer no funciona lógicamente.

De forma que si la meditación tuviera que ver con la mente, también entonces habría un tipo diferente de meditación para las mujeres que para los hombres. Pero la meditación tiene que ver

con el centro más esencial de tu ser, que no se puede dividir en masculino o femenino.

La conciencia es simplemente conciencia. Un espejo es un es­pejo. No es hombre, no es mujer. Simplemente refleja.

La conciencia es exactamente igual que un espejo que refleja. Y meditación es permitir que tu espejo refleje, que simplemente refleje la mente en acción, el cuerpo en acción. No importa que se trate del cuerpo de un hombre o de una mujer; no importa cómo funcione la mente, emocional o lógicamente. Cualquiera que sea el caso, la conciencia simplemente tiene que estar alerta. Esa vigi­lancia, esa conciencia, es la meditación.

Así que en meditación no es posible ninguna diferencia entre el hombre y la mujer. Light on the Path, cap. 35


¿Puedes hablar de la meditación como proceso de «limpieza»?

La meditación es un proceso de librarse de todo el pasado, de librarse de todas las enfermedades, de librarse de todo el pus que se ha acumulado en ti.

Es doloroso, pero es una limpieza, y no hay otra manera de limpiarte. Walking in Zen, Sitting in Zen, cap. 14.

Todas las meditaciones no son más que estratagemas para pu­rificar tu ser interno. Toda la ciencia de la religión tiende hacia un objetivo: cómo purificar el ser interno del hombre, cómo soltar el pasado, la carga, lo muerto, lo embotado, cómo volver al hombre más sensible. Cuanto más profunda sea la sensibilidad, más pro­fundamente.entramos en la existencia. Y Dios es el centro mismo de la existencia. A no ser que entremos en nuestro propio centro

no existe ninguna posibilidad de entrar en contacto con la fuente de toda la vida . Let Go!, cap. 6

Lo primero que se necesita es una catarsis. La catarsis saca todo lo malo que hay dentro de ti, todo lo reprimido. Expulsas to­das tus represiones, las liberas. Pero hay que añadir muchas cosas nuevas a los métodos tradicionales, como el hatha yoga -¡han pa­sado dos mil años desde que se creó!-, y esta catarsis, en mi opi­nión, es lo más importante que hay que añadir. Para Occidente, hay que crear muchas cosas nuevas, hay que concebir y probar muchas cosas nuevas. Yo mismo estoy probando muchas cosas. The Etemal Quest, cap. 4.

¿Por qué haces hincapié en las meditaciones caóticas en vez de en las sistemáticas?

Utilizo métodos caóticos en vez de sistemáticos porque un mé­todo caótico es muy útil para derribar el centro del cerebro. El cen­tro no se puede derribar mediante ningún método sistemático por­que la sistematización es trabajo del cerebro. Mediante un método sistemático, el cerebro se fortalecerá; se le dará más energía.

Mediante los métodos caóticos, el cerebro se anula. No tiene nada que hacer. El método es tan caótico que automáticamente el centro se va del cerebro al corazón. Si practicas mi método de me­ditación dinámica vigorosamente, sin sistema, caóticamente, tu centro se va al corazón. Entonces hay una catarsis.

Se necesita una catarsis porque tu corazón está muy reprimi­do debido a tu cerebro. Tu cerebro se ha apoderado tanto de tu ser que te domina. No hay sitio para el corazón, así que los anhelos del corazón se reprimen. Nunca te has reído totalmente, nunca has vi­vido totalmente, nunca has hecho nada totalmente. El cerebro siempre entra para sistematizar, para hacer que todo sea matemá­tico, y se reprime el corazón.

Así que, lo primero, se necesita un método caótico para empu­jar al centro de conciencia desde el cerebro al corazón. Luego se necesita la catarsis para desahogar el corazón, para expulsar las re­presiones, para abrir el corazón. Si el corazón se ha vuelto ligero y abierto, entonces se empuja el centro de conciencia aún más hacia abajo; llega al ombligo. El ombligo es la fuente de vitalidad, la se­milla de la que sale todo lo demás: el cuerpo y la mente y todo.

Utilizo este método caótico con mucha consideración. La me­todología sistemática no servirá ahora, porque el cerebro la usará como su propio instrumento. Y tampoco el simple canto de bha-jans- Bhajans: canciones devocionales hindúes. (N. del T.)- servirá ahora, porque el corazón está tan cargado de repre­siones que no puede florecer en un canto auténtico. El canto sólo puede ser un escape ahora; la oración sólo puede ser un escape. El corazón no puede florecer en oración porque está agobiado de re­presiones. No he visto ni una sola persona que pueda entrar pro­fundamente en oración auténtica. La oración es imposible porque el amor mismo se ha vuelto imposible.

Hay que empujar a la conciencia hasta la fuente, hasta las raí­ces. Sólo entonces hay una posibilidad de transformación. Así que utilizo métodos caóticos para empujar la conciencia desde el cere­bro hacia abajo.

Cuando estás en un caos, el cerebro deja de funcionar. Por ejemplo, si estás conduciendo un coche y de repente alguien corre delante del coche, reaccionas tan súbitamente que no puede ser obra del cerebro. El cerebro necesita tiempo. Piensa en lo que ha­cer y en lo que no hacer. Así que siempre que hay la posibilidad de un accidente y frenas, sientes algo cerca del ombligo, como si fue­ra tu estómago el que reacciona. Tu conciencia va al ombligo a cau­sa del accidente. Si el accidente se pudiera calcular de antemano, el cerebro sería capaz de afrontarlo; pero cuando estás en un acci­dente, sucede algo desconocido. Y te das cuenta de que tu concien­cia se ha ido al ombligo.

Si preguntas a un monje zen: «¿Desde dónde piensas?», él pone la mano en el vientre. Cuando los occidentales entraron en con­tacto con los monjes japoneses por vez primera, no podían enten­derlo. «¡Qué tontería! ¿Cómo vas a pensar desde el vientre?» Pero la respuesta zen es significativa. La conciencia puede usar cual­quier centro del cuerpo, y el centro que está más cerca de la fuen­te original es el ombligo. El cerebro es el más lejano de la fuente original, de forma que si la energía vital va hacia fuera, el centro de conciencia será el cerebro. Y si la energía vital va hacia dentro, al final el ombligo será el centro.

Se necesitan métodos caóticos para empujar la conciencia a sus raíces, porque la transformación sólo es posible desde las raí­ces. De otra forma, seguirás verbalizando y no habrá transforma­ción. No es suficiente saber lo que está bien. Tienes que transfor­mar las raíces; si no, no cambiarás...

Tal como yo veo la situación, el hombre moderno ha cambiado tanto que necesita nuevos métodos, nuevas técnicas. Los métodos caóticos ayudarán a la mente moderna, porque ella misma es caó­tica. Este caos, esta rebeldía del hombre moderno es, en realidad, una rebelión de otras cosas: del cuerpo en contra de la mente y en contra de sus represiones. Si hablamos en términos yóguicos, po­demos decir que es la rebelión del centro del corazón y del centro del ombligo contra el cerebro.

Estos centros están contra el cerebro porque éste ha mono­polizado todo el territorio del alma humana. Esto ya no se puede tolerar más. Por eso las universidades se han vuelto centros de rebelión. No es accidental. Si consideramos toda la sociedad como un cuerpo orgánico, entonces la universidad es la cabeza, el cerebro.

A causa de la rebeldía de la mente moderna, tiende a ser indul­gente con los métodos informales y caóticos. La meditación diná­mica ayudará a sacar del cerebro el centro de conciencia. Y enton­ces quien la utilice no será rebelde, porque la causa de la rebelión se satisfará. Estará tranquilo.

Así que, para mí, la meditación no es sólo una salvación para el individuo, una transformación del individuo; también puede pro-

porcionar el trabajo preparatorio para la transformación de toda la sociedad, del ser humano como tal. El hombre, o tendrá que suici­darse o tendrá que transformar su energía. The Psychology ofthe Esoteric, cap. 4.


He oído hablar de la meditación como una ciencia y, a veces, como un arte. ¿Cómo la ves tú?

La meditación es cogerle el tranquillo. No es una ciencia, no es un arte, no es una destreza; es cogerle el tranquillo. Todo lo que se necesita es cogerle el tranquillo a entrar en un silencio espontá­neo. El silencio se puede cultivar, pero un silencio cultivado no es un silencio verdadero; es tan sólo reprimir tus pensamientos, tu agitación, y sentarte sobre ellos. Pero el volcán sigue ahí y de al­guna forma te las estás arreglando para mantenerlo bajo control. Ese silencio no es muy profundo; no puede serlo. Eso es lo que mu­cha gente sigue haciendo y lo llama meditación, oración: simple­mente reprimen su proceso de pensamientos y los pensamientos continúan por debajo; simplemente se vuelven subterráneos, eso es todo. Desaparecen de la superficie y empiezan a moverse por de­bajo, pero siguen ahí. Sólo un momento de despiste y volverán a salir. Toma demasiada energía reprimirlos, y es inútil.

La verdadera meditación consiste en cogerle el tranquillo, no es un arte, el tranquillo de entrar en un silencio espontáneo. Lo que quiero decir exactamente es: si observas, veinticuatro horas al día, todos los días, encontrarás algunos momentos en los que en­tras automáticamente en silencio. Llegan por sí mismos; es sólo que no los hemos observado. Así que lo primero de lo que hay que darse cuenta es de cuándo llegan estos momentos... y cuando lle­guen, simplemente deja todo lo que estés haciendo. Siéntate en si­lencio, fluye con el momento. Ha llegado naturalmente, no lo has forzado, así que no se trata de una represión; simplemente estás permitiéndole que te posea. Y llegan..., son naturales; siempre se

abren algunas ventanas por sí mismas, pero estamos tan ocupados que nunca vemos que se ha abierto una ventana y que está entran­do la brisa y que ha entrado el Sol; estamos tan ocupados con nues­tro trabajo.

No se puede forzar que estas aberturas sucedan en un período determinado, pero la gente trata de hacer meditación en un perío­do determinado, y a veces, muy raramente, hay una coincidencia; si no, nunca sucede. Conviertes tu meditación en un ritual.

Así que observa... por la mañana temprano, cuando aún estés fresco después de un largo y profundo sueño y el mundo esté des­pertándose y los pájaros hayan empezado a cantar y esté saliendo el Sol... si sientes que te rodea un momento, que crece un espacio en ti, entra en él. Siéntate en silencio bajo un árbol, a la orilla del río, o en tu habitación, y simplemente sé... nada que hacer. Celebra ese espacio, y no trates de prolongarlo. Cuando desaparezca, levántate; olvídalo. Tienes que hacer muchas otras cosas. Y no lo añores, ven­drá de nuevo por sí mismo; siempre llega sin invitación. Es muy tí­mido: si lo invitas, nunca viene; si lo persigues, desaparece.

Es muy delicado y muy tímido; es muy femenino, ese espacio llamado meditación, pero viene. Si puedes esperar pacientemente, viene, y muchas veces al día.

A veces, por la noche, cuando todo se ha vuelto silencioso, de pronto está ahí; entonces sumérgete en él. Y a veces sucede inclu­so en el mercado, cuando hay ruido por todas partes. Está ahí y te sientes transportado. Entonces hay un silencio divino. No ha sido creado por ti, sino que es un regalo de Dios, prasad; es la gracia.

Y una vez que le hayas cogido el tranquillo, vendrá más y más. Entonces empiezas a entrar en una especie de armonía con él. Co­mienza una historia de amor entre tú y ese espacio llamado silen­cio, serenidad, tranquilidad, quietud. Y el lazo se hace más y más profundo. Por último, definitivamente, siempre está ahí. Siempre puedes cerrar los ojos un momento y mirarlo; está ahí. Casi pue­des tocarlo, se vuelve tangible. Pero es cogerle el tranquillo, no es un arte. No puedes aprenderlo... tienes que embeberte en él. The Tongue-Tip Tosté ofTao, cap. 17.

¿Cuál es la forma correcta de meditar?

Me estás preguntando por la meditación correcta. La tarea pri­mera y más primaria es limpiar tu ser interior de todos los pen­samientos. No se trata de elegir quedarse con los pensamientos buenos y expulsar los malos. Para un meditador, todos los pensa­mientos son simplemente basura; no es cuestión de buenos y ma­los. Todos ellos ocupan el espacio dentro de ti, y a causa de esta ocupación, tu ser interno no puede estar completamente en silen­cio. Así que los buenos pensamientos son tan malos como los ma­los; no hagas ninguna distinción entre ellos. ¡Tira la casa por la ventana!

La meditación necesita absoluta quietud, un silencio tan pro­fundo que nada se agite en tu interior. Una vez que comprendes exactamente lo que significa la meditación, no es difícil alcanzarla. Es nuestro derecho de nacimiento; somos perfectamente capaces de tenerla. Pero no puedes tener las dos: la mente y la meditación.

La mente es un trastorno. La mente no es otra cosa que una lo­cura normal.
Tienes que ir más allá de la mente, a un espacio en el que nun­ca ha entrado un pensamiento, en el que no funciona la imagina­ción, en el que no surge ningún sueño, en el que simplemente eres nadie.
Es más una comprensión que una disciplina. No es que tengas que hacer mucho; por el contrario, no tienes que hacer nada ex­cepto comprender claramente qué es la meditación. Esa compren­sión misma detendrá el funcionamiento de la mente. Esa com­prensión es casi como un señor ante el que los criados dejan de discutir entre sí, o incluso de hablar entre sí; de pronto entra el se­ñor en casa y hay silencio. Todos los criados empiezan a estar ocu­pados, al menos a mostrar que están ocupados. Justo un momento antes, estaban todos riñendo y peleándose y discutiendo, y nadie hacía nada.
Comprender lo que es la meditación es invitar a que entre el señor. La mente es una criada. En cuanto entra el señor con todo su silencio, con toda su alegría, de pronto la mente entra en un si­lencio absoluto.
Una vez que has alcanzado un espacio meditativo, la ilumina­ción es sólo cuestión de tiempo. No puedes forzarla. Sólo tienes que ser una espera, una intensa espera, con gran anhelo, casi como una sed, un hambre, no una palabra...
En la meditación, el anhelo se vuelve una sed de iluminación y una paciente espera, porque es un fenómeno tan grande y tú eres tan diminuto... Tus manos no pueden alcanzarla; no está a tu al­cance. Vendrá y te desbordará, pero no puedes hacer nada para traerla a ti. Eres demasiado pequeño, tus energías son demasiado pequeñas. Pero cuando estás esperando realmente con paciencia y anhelo y pasión, viene. En el momento apropiado, viene. Siempre ha venido.  TheNewDawn, cap. 16.

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