martes, 22 de noviembre de 2011
Cuento
Érase una vez un pájaro, adornado por un par de alas perfectas y plumas relucientes, coloridas y maravillosas. En fin, un animal hecho para volar libre e independiente, para alegrar a quien lo observe. Un día una mujer lo vio y se enamoró de él. Se quedo mirando su vuelo con la boca abierta de admiración, con el corazón latiéndole más de prisa, con los ojos brillantes de emoción. Lo invitó a volar con ella, y los dos viajaron por el cielo en completa armonía. Ella admiraba, veneraba, adoraba al pájaro.
Pero entonces pensó: “¡Tal vez quiera conocer algunas montañas distantes!”. Y la mujer tubo miedo. Miedo de no volver a sentir jamás aquello con otro pájaro. Y sintió envidia, envidia de la capacidad de volar.
Y se sintió sola. Y pensó: “¡Voy a tenderle una trampa! La próxima vez que el pájaro venga no volverá a marcharse”.
El pájaro, que también estaba enamorado, volvió al día siguiente, cayó en la trampa y fue encerrado en una jaula.
Todos los días ella miraba al pájaro. Allí estaba el objeto de su pasión, y se lo enseñaba a sus amigos, que comentaban: “eres una persona que lo tiene todo”. Sin embargo, empezo a producirse una extraña transformación: como tenía al pájaro y ya no tenía que conquistarlo, fue perdiendo el interés. El pájaro, sin poder volar y expresar el sentido de su vida, se fue consumiendo, perdiendo el brillo, se puso feo y ella ya no le prestaba atención.
Un buen día el pájaro murió. Ella se puso muy triste y no dejaba de pensar en él. Pero no recordaba la jaula, recordaba solo el día que lo había visto por primera vez votando contento entre las nubes.
Descubrió que aquello que la emocionaba tanto del pájaro era su libertad, la energía de las alas en movimiento, no su cuerpo físico.
Sin el pájaro su vida también perdió sentido y la muerte vino a llamar a su puerta. “¿Por qué has venido le preguntó a la muerte?”.
“Para que puedas volar de nuevo con él por el cielo. -respondió la muerte- Si lo hubieses dejado partir y volver siempre, lo admirarías y lo amarías todavía más; sin embargo, ahora necesitas de mí para poder encontrarlo de nuevo”
Paulo Coelho
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